Pequeño homenaje a Luis Dimas y a La nueva Ola


Tengo el recuerdo de máquinas donde se ponían monedas para escuchar música y escuchar a Cecilia con “Baño de sol a medianoche”, al Pollo Fuentes con “Te perdí”, a Buddy Richard (…) También habían en la casa discos de un grupo que se llama Los Twisters que era la banda de Luis Dimas, donde estaba Jorge Pedreros (Jorge González).

Las influencias musicales o estilísticas en la música popular en apariencia pueden ser muy evidentes, es una de las expresiones artísticas donde más se ponen de manifiesto los plagios y cuestiones de ese tipo. Fenómeno extraño porque las categorías para validar una creación musical como realmente autentica son muy discutibles, porque de un u otro modo, la música pareciera haberse tocado y cantado desde tiempos inmemoriales. Y todo aquello llamado nuevo, pareciera citar y reinterpretar otras músicas que ya se han venido haciendo desde siempre. Como la música popular o el pop –para situarnos –es algo muy reciente (no más de sesenta años), las genealogías o precursores de estilos o géneros, o incluso en el establecimiento de un sonido nacional o regional, no está del todo definido. En la música popular chilena se ha establecido cierto canon, ciertas genealogías que partirían principalmente bajo el nombre de Violeta Parra, o en Margot Loyola. No obstante, poco se ha enhebrado la herencia que pudieran tener músicos, compositores e intérpretes, que fueron contemporáneos de aquellas referentes pero también de otros y otras que forjaron el movimiento político ligado a la canción más grande que ha acontecido en Chile y quizás en Hispanoamérica: La nueva canción. Sin embargo, el pop, el gran pop hecho en Chile durante los 60’ no ha sido recepcionado ni tampoco muy referido como influencia o herencia desde los 90’ hasta la actualidad. Excepciones serían las de Buddy Richard o en menor grado (aún) la de Cecilia

Esa música pop tiene una inscripción bajo el nombre de La nueva ola. Como toda escena o movimiento musical lo heterogéneo y lo diverso de las propuestas agrupadas son la causa para que el periodismo o la crítica de la música hecha por jóvenes necesita de estos motes, pasó ahí y ha pasado en sesenta años. Se debe, entre otros a Ricardo García, como a Camilo Fernández, famosos productores de la época, el de realizar la versión local de las distintas nuevas olas que acontecían en todo el mundo. Sin embargo, para todas las historias y lecturas de la música popular chilena, y en específico del rock, La nueva ola es solo un antecedente, algo anecdótico, una mera moda, pasajera y evasiva, sin dignidad para ser leída en términos críticos, ni mucho menos plantearla como la génesis misma del pop chileno. La crítica (escasa) sólo ha tratado de enarbolar ese mito llamado “rock chileno”, así como exhaustivamente ha examinado la música de raíz folclórica. ¿Pero el pop?, el pop no tiene importancia, es simplemente para bailar y pasar el rato.
 

Luego de la edición de los singles iniciadores de La nueva ola en 1960, de Nadia Milton y Peter Rock, en solo dos años ya no consistía en la mera reproducción de hits anglos, sino que en una serie de proyectos que comenzaron a interpretar canciones gestadas por jóvenes chilenos. Entre esas está “Vida mía” de Carlos Carrasco que interpretara bajo el nombre de Los Carr Twins junto a su hermano; o “La balada de la tristeza”, primer hit de Ricardo Toro, compuesto por el mismo e interpretado bajo el seudónimo de Buddy Richard; qué decir de las canciones compuestas por Jorge Pedreros, que ya formaba parte de la banda Los Twisters pero que se dedicaba con apenas 20 años (edad de casi todos estos jóvenes compositores) a componer para otros proyectos, tal como “Entre la arena y el mar”, cantada por Peter Rock en el año 63’; pero también las dos baladas interpretadas por los Red Juniors que compuso Pedreros junto a Hugo Beiza, “A tu recuerdo” y “Al pasar esa edad”. Sin embargo, ya el mismo Antonio Zabaleta había compuesto “Piensa” interpretada junto a su hermano Miguel en Los Red Juniors, pero también por Luis Dimas y sus Twisters un par de años después. Toda esta constelación de canciones y músicos ocurre entre el 62 al 63, y todas estas canciones están alojadas en un inconsciente sonoro de nuestros abuelos y padres, de esa generación joven que encarnó la aceleración de los tiempos tardo capitalistas, y que vibró y se educó sentimentalmente a los 15 años pero que muy pronto elegiría a la Unidad Popular, encabezada por Salvador Allende, para la transformación social y cultural de este país. Hay una cita, un encuentro, en ese proceso, del cual casi nada se ha escrito.

 


 


En esa constelación Luis Dimas es un vecino, está muy cerca, y ya forma parte de La nueva ola al haber grabado su primer single de manera solista el año 61, el famoso “Let’s Twist Again” de Chubby Checker. Su pretensión, como la mayoría de sus coterráneos era emular a los artistas del norte, romperla con un baile nuevo (el Twist), porque la música hasta ese momento estaba asociada al baile: no habían canciones sin un baile (curiosa relación se podría armar con nuestros actuales tiempos “tiktokeros”). Sin embargo, en ese proceso, Dimas ya formaba parte de una escena de músicos jóvenes que golpeaba puertas en las radios y en las discográficas, pero que al mismo tiempo compartían influencias y se contaminaban musicalmente. No solo con el twist, el rock & roll o las baladas tipo “The Platters” o Paul Anka, sino que con la música que esos jóvenes habían escuchado cuando niños: el bolero, el tango o el mambo. De ese mestizaje o fusión saldrían las composiciones juveniles de esos años, no solo en las baladas ya enunciadas, sino en el sonido que Dimas encabezaría junto a los Twisters. El año 63’ es el año del clímax para Dimas, porque graba junto a su banda el single “Penas Juveniles”, canción compuesta por el mismo y que tiene una extraña fusión de estilos que ya no puede simplemente plantearse como una copia, como una versión chilena o sudamericana de lo que ocurre en el primer mundo: existe una traducción de algo exterior pero que al mismo tiempo constituye algo genuino y singular. Una música nueva, una música que solo podía ser realizada en este rincón del mundo. 

 


 

En esta época ya los conjuntos o como llamamos hoy las bandas, eran varias, no solo Los Twisters, sino que por supuesto Los Ramblers. Así como también Alan y sus Bates o Pat Henry y los diablos azules. Se trata de un solista que es acompañado por una banda pero que no son solo de acompañamiento, ahí se encuentran incluso compositores de las canciones como es el caso de Los Twisters. Luis Dimas era parte de Los Twisters, componía y por supuesto que también Jorge Pedreros, pero además Fernando Allende, baterista, y que de su autoría es uno de los clásicos asociados a Dimas: “Me recordarás”. Pero también en la banda componía el guitarrista Franz Benko, que en colaboración con Pedreros editarían “Sueña”, siendo el guitarrista luego de la disolución de los Twisters un ingeniero en sonido bastante importante y respetado, que incluso llegó a trabajar con Víctor Jara en el disco La Población. Qué decir de Pedreros, que compuso “Caprichito” –el quizás más clásico de los temas interpretados por Dimas –y  que era sin duda el director de la agrupación, no solo arreglando las canciones sino que haciendo de las presentaciones de Los Twisters verdaderos shows, no solo con música sino con humor, parodias y chistes. Dimas y Pedreros en eso siempre fueron los mejores y que inauguran una tradición en Chile que liga música popular al humor, que luego continuarían gente que en principio estaría en un lado más serio y comprometido como Víctor Jara, pero que en muchas de sus canciones el humor está presente. Pero de manera más manifiesta ese humor ha estado en Florcita Motuda, en Los Chancho en Piedra, en los inicios de Los Prisioneros, sobre todo de parte de González y Narea. En los 90’ Los Tres hacían del humor algo muy suyo, tanto en el en vivo como en sus discos. Y en la actualidad alguien como Cristóbal Briceño lo encarnaría, citando a gente como Felo. Pero incluso Mon Laferte tendría altas dosis de humor en su propuesta artística. 


 

 Los Twisters estuvieron activos gran parte de los años 60’, con una discografía de lp’s como singles, giras y conciertos por todo Chile, y mucha exposición mediática en las revistas de la época e incluso con repercusión fuera de Chile. Ya que Los Twisters prueban suerte en Argentina, relación de la cual poco se ha hablado, pero no deja de ser extraño que la aparente distancia de la música chilena con la argentina haya sido vivida de una manera totalmente distinta en sus orígenes. Palito Ortega debutó prácticamente en Chile (llamado artísticamente acá Nery Nelson) y su banda de acompañamiento fueron nada menos que Los Twisters aunque sin Dimas un par de años antes, cuando se hacían llamar Los Lyons, a fines de los años 50. Fue tal la fama de Los Twisters en Argentina, que al igual que Los Jaivas, diez años después -¡solo diez años que parecieran 40! – pasaban como banda argentina, y sus propias canciones eran interpretadas por otras bandas locales. Dimas alguna vez señaló que aconsejó a Sandro en sus comienzos, aunque acá en Chile ese tipo de declaraciones alimentaron una fama que tuvo hasta su muerte, de ser un mitómano, un tipo que hablaba de más sobre su talento, sobre lo que logró o no logró. Pero que al mismo tiempo funcionaba como mecanismo de defensa ante el desprecio que en Chile desde los años 70 se posó sobre él. 

 En este sentido el caso de Luis Dimas no deja de ser paradigmático para el cariz común bajo el cual han navegado nuestros músicos populares. Luego de que entre el 63 al 65 Dimas tuviera mucho éxito en Chile, muy rápidamente deja de tener vigencia y de ser un ídolo pop juvenil, ya a fines de los años 60’, en el ocaso de La Nueva Ola que coincide con una serie de transformaciones sociales y políticas que vive el país, tuvo que probar suerte fuera del país. Los años 60’ fueron vertiginosos y la aceleración se convertía en regla, porque rápidamente Dimas, de ídolo juvenil y de masas había sido relegado a un lugar vacuo, ni siquiera de entretención, cuando la escena de la Nueva canción chilena comenzaba a ser hegemónica y se acercaba la importante elección del año 70’. Dimas incluso estuvo gran parte de la década siguiente en Canadá teniendo una carrera tocando y cantando en hoteles, acompañado de una banda de rock llamada Taurus 33, volviendo recién en los años 80’ a radicarse a Chile, cuando él era solo un mero recuerdo de esos años extintos y lejanos años 60’. Tal como ha testimoniado la única biografía o libro dedicado al cantante, editado por los periodistas Sergio Benavides y Sebastián Montecino.

 

 

Lo que Chile terminó ofreciéndole a Dimas fue solo tocar en las boîtes de la época, codeándose con la bohemia dictatorial liderada por Álvaro Corbalán, entre lentejuelas y saques de cocaína. Dimas no volverá a ser el cantante irruptivo y casi subversivo de los 60’ sino una imagen congelada, dramática y vergonzosa de sí mismo. Esto es lo que el film Takilleitor (1998) de Daniel de la Vega expresa, aunque haya sido una película injustamente comprendida. Se debe, básicamente, a que cualquier cosa que tocara Dimas en el contexto de la transición sería tratada de decadente. La película, mirada desde hoy, tiene elementos que coinciden con cosas que alguien como Cristián Sánchez realizaba en la misma época, contiene una manera quizás muy chilena de hacer cine que tiene una herencia en Raúl Ruiz. No nos parece la peor película del cine chileno como muchos artículos de prensa dijeron y hoy día, con la muerte de Dimas, reproducen. Dimas hace una actuación notable y se ríe de sí mismo, pero lo más importante, da cuenta de que el Chile neoliberal, en su cúspide, fue perverso con los objetos culturales del pasado reciente del país. Es lo que la Dictadura logró cortar el devenir de un país, romper y hacer fisura con el pasado, para refundarlo, y con ello borrar toda hebra de aproximación con nuestro pasado reciente. Lo hizo con Dimas particularmente pero también con gran parte de los músicos y músicas de los años 60’, los trató de la misma manera: objetos vacíos y vacuos de la nostalgia de un país que ya no existe y que no tiene ninguna mínima intención de aproximación cultural, porque en definitiva, la música popular no tiene relevancia para el Chile del libre mercado. 


 

*Este texto, era en principio un homenaje en vida a Dimas, pero también a la Nueva Ola, que tan injustamente ha sido tratada. Un mínimo de disculpas de mi generación, formada en el neoliberalismo, que despreciaba a Dimas pero incluso también a toda la música de los años 60’, incluida la canción legitimada cultural y académicamente (La nueva canción chilena).