Tercera parte: Alex Anwandter
“Y los cantores cantan
la-la-la-la”, este es uno de los versos del tema “Cordillera”, incluido en el reciente
disco editado por Alex Anwandter, titulado Amiga.
Esta frase de cierta manera sintetiza la discusión que el músico ha querido instalar
con su último trabajo, que ha remarcado en variadas intervenciones públicas,
pero principalmente en una entrevista que apareció el 1 de abril pasado en La
Tercera. Ahí remarcó la necesidad de preguntar, para su generación (la
llamada generación del “nuevo pop chileno”, representada por artistas como
Gepe, Javiera Mena, Dënver, Astro, y entre ellos el mismo Anwandter), si será recordada como “La nueva ola” o como “La
nueva canción chilena”. La pregunta que plantea Anwandter tiene un presupuesto,
aquel que suele creer que en
la música pop no hay ningún tipo de contenido político plausible. La música pop
en principio sería simplemente un adorno sonoro del capitalismo tardío o
avanzado, pasajes sonoros vacuos de entretenimiento, y catalogado desde la
crítica o la intelectualidad, como mero objeto de adormecimiento de las masas,
que a partir de un ícono caen extasiadas a su pies, justamente, olvidando las
condiciones materiales de su propia existencia. Sin poder profundizar mucho en
esto, diríamos que no existe un real pensamiento crítico-teórico en torno a la
significancia de la música popular y solamente es presa de un culto de ciertos
estratos sociales y críticos que ven en algunas excepciones un componente
importante en la resistencia política o social.
En Chile, que tenemos una gran tradición que afinca a la canción con
la expresión política de un pueblo, ésta fue víctima del corte que produjo la
Dictadura, que trató en post-dictadura de hacer de la canción popular un objeto
lejano, de mera entretención, cuestión que significó dos cosas: por un lado que
algunos esperaban o creían ver en nuevos exponentes algo cercano a lo que fue
la Nueva Canción, pero por otro lado, la misma fidelidad a esa expresión,
terminó repeliendo otras nuevas maneras de comprender lo que significa la
canción, en un pueblo que es expresado
a través de ellas. Pese a eso, en los últimos años o al menos lo que va de este
nuevo milenio, músicos como Anita Tijoux o Portavoz, entre otros, se esgrimen
como herederos de esta tradición según cierto segmento crítico, pero que nos
parece que su intervención se localizaría en un nivel de una alto figurativismo política que sólo tiene
como resultado una codificación de su expresión estética.
Durante los últimos años circuló constantemente la idea de que el
nuevo pop chileno estaba despolitizado. No sólo por las desafortunadas
declaraciones de hace unos tres años del líder de Astro (donde Nusser señalaba que a la gente
joven no le interesaba lo que había ocurrido en Dictadura) sino que también con la omisión directa en
la mayoría de los exponentes de luchas o resistencias políticas en una década
(la que va) en que la politización es regla. Lo del nuevo pop chileno, como le
llamó la prensa española, de cierta manera redefinió o movió las cosas en otro
registro: la operación que realizó fue la de desplazar el lugar que ocupaba la
canción popular, pues dejó totalmente en el olvido las clasificaciones
musicales que forjó la industria discográfica teniendo su consumación durante los
años 90. Se debería decir que esto en Chile se actualizó totalmente al servirle
al neoliberalismo triunfante que reinaba, que con esto, borró cierta memoria
que existía entre expresión política y canción. Ahora bien, desde los noventas,
todo aquello que no fuera rock (en principio, el lugar donde existía lo crítico) era metido en un cajón como
música no-seria o simplemente como música pop. Compositores como Javiera Mena,
Cristóbal Briceño o Daniel Riveros (Gepe), indiferenciaron una manera de hacer
canciones que se encontraba en una línea que
iba de lo “alternativo”, hecho para un público más crítico o entendido,
y la música eminentemente pop, aquella que te adormece, diseñada simplemente
para la entretención. Las referencias a la música romántica hispanoamericana, a
íconos nunca muy bien ponderados por la escucha más seria y crítica como Juan
Gabriel, Juan Luis Guerra, y hasta cierta recepción del reguetón, fueron quizás
la ruptura más fuerte que hizo del nuevo pop chileno el sonido más importante
de la canción popular a nivel hispanoamericano en los últimos diez años. Esto
sumado a la ruptura que se produjo en un nivel de distribución y gestión (dejar
atrás la gran industria), pero también, por sobre todo, en la gran calidad de
los discos, de las canciones y el nivel estético alcanzado por artistas como
Gepe, Javiera Mena, Dënver, el mismo Alex Anwandter o Ases Falsos.
Sin embargo, volviendo a la pregunta planteada por Anwandter en
aquella entrevista pero así como también en lo que dice su canción
“Cordillera”, se podría ver algo de injusticia con su “generación” y de cierta
manera con él mismo. Pues es curioso que un disco como Odisea, que de cierta forma hiciera de Anwandter un músico dentro
de esta escena el año 2010, sea un disco tan poco recepcionado políticamente
hablando. Es un disco que es cifra del año 2010, año de la catástrofe que dejó
el terremoto, del gobierno de Piñera, del mundial, de los 33 mineros, etc.,
etc., es el año que prendió la mecha para lo que vino después, como si después
de veinte años de transición o postdictadura, el país, o al menos aquellos
jóvenes que habían nacido entre los últimos años de dictadura y los primeros de
la transición, hubiesen querido decir basta. Entre esos estaba el mismo Alex,
que en ese disco, sin ninguna línea lírica muy explícita mostró a partir de una
electrónica experimental y bailable que el pop podía ser tanto crítico como mordaz.
Una canción como “Juventud” que sampleaba audios de lo que fue el kiotazo de Sebastián Piñera el año 92, cuestión
que era una intervención política importante de visibilizar en ese momento; así
como “Casa Latina”, una canción que incita a la subversión a partir del baile,
del agobio que significa vivir enfermo como víctima del siglo XX, víctima de la
precarización neoliberal en la que habitamos. Lo que vino el año siguiente, con
Rebeldes, instaló definitivamente
una politicidad inherente a las canciones de Alex. Rebeldes, disco compuesto y grabado en plena movilización
estudiantil, pareciera que no tomara directamente a la masa en la calle, sino
que reverbera en sus canciones todos los afectos
moleculares que la misma explosión en la calle dejó tras de sí. Es un disco
donde la homosexualidad de Alex está latente, es un disco que trae una canción
como “Tatuaje”, la primera canción pop en Chile que es dirigida explícitamente
de un hombre a otro hombre (“Te ves perfecto, pon tu mano en mi pelo…”). Muy
mínimo, una sutileza compositiva tal, que el tema circuló sin ningún problema en
todos lados, en las radios de los taxis, en la radio de las casas, en los celulares
de chicxs de 15, etc. La canción pop siempre fue un virus que había que saber
controlar para que así logre su intervención. La figuración en la canción,
siempre debe ser temperada. Rebeldes
catapultó a Alex en una dimensión que en la década pasada con su banda
Teleradio Donoso no había tenido, en ser, algo así como un cantante que
expresaba cierta alteridad, cierta expresión que nunca había estado contenido
en un músico pop chileno.
Por lo mismo consideramos que “Rebeldes” es un disco político,
político bajo el lenguaje de la canción popular, es decir, no un vehículo
directo de mensajes, no un panfleto hecho canción sino que la encarnación de
afectos, percepciones y sensaciones, o en otras palabras, en cómo la canción te
encarna una emoción que de un momento a otro puede volverse colectiva. Un tema
que condensa estas ideas es “Como puedes vivir contigo mismo”, que abría el
disco Rebeldes, canción que expresa
una toma de posición, así como su video clip. Sin embargo, recientemente,
también en una entrevista de difusión del disco Amiga, Alex, ahora en conversación con la periodista Beatriz Sánchez[1],
contó que esa canción, que si bien para él era un tema lo suficientemente
radical en su propuesta, no logró visibilizar aquello que buscaba, tanto así
que le ofrecieron dinero para usarla en una propaganda comercial (irónicamente
para vender refrigeradores dice Alex). Esta anécdota no es marginal, inmediatamente
uno puede pensar que la manera en que conocimos una canción como “Espada” de
Javiera Mena, tema que es himno gay aquí y en varias partes de Hispanoamérica,
lo fue a partir de una propaganda de Ford, donde Javiera manejaba una suculenta
camioneta, mientras suena su canción. Mucho no se habló de eso, lo que podemos
especular es que muchos artistas independientes a partir de esas ventas de
derechos pueden financiar videos clips o las grabaciones de sus propios discos.
Sin duda, los músicos independientes en Chile, o postulan a un FONDART, o los
financia la empresa privada, entre el FONDART y los privados, sabemos que no hay tanta distancia.
Porque una empresa privada puede financiar todo el funcionamiento estatal. Lo
otro es la autogestión, que también sabemos que siempre termina siendo una
especie de PyME.
Creemos que la discusión entre un pop que se compromete con una lucha
política y otro pop escapista, es un poco más difícil de dilucidar. La misma
Javiera Mena casi nunca se ha vuelto comprometida en ninguna causa política muy
visible, pero es inevitable no pensar que su carrera ha estado vinculada a un
tipo de expresión lésbica que jamás en la música popular nacional había estado
presente[2].
La canción pop realmente política siempre indiferencia la forma como el contenido,
el mismo Alex Anwandter lo hizo en Rebeldes,
que es un disco que sería algo así como el reverso de Esquemas Juveniles. Por lo mismo es complejo de leer sus
declaraciones, parecen querer enarbolarse como alguien que está rompiendo,
produciendo una ruptura, al vincular la música pop con una lucha política más
directa y más definida. La anécdota que le cuenta a Beatriz Sánchez fue para
justificar el giro más explícito, más figurativo diríamos nosotros, en sus
letras, en hacer canciones que definitivamente nunca más le pidan para ser
adorno de una propaganda comercial.
Amiga, de esta manera, es el disco
con que Anwandter trata de conectarse con un colectivo, que exige encarnar un
proceso de reivindicaciones sociales y políticas que pululan molecularmente en
nuestros días, es a este respecto que este disco se pliega muy bien a la revolución feminista (molecular por
cierto, es decir, que no se entabla bajo una lucha por el poder macro, sino que
como un flujo o un virus se instala en todos los planos del poder patriarcal
que desea des-sedimentar) que se encuentra en curso. Las canciones hablan directamente
del acoso callejero, de la violencia en las relaciones heterosexuales, de la
homofobia, etc. Es un disco que está totalmente al día con lo que ocurre en la
calle, por decirlo de algún modo. Por lo mismo, Alex Anwandter no ha tenido
problemas en señalar que los músicos que en principio son de izquierda (Cristóbal
Briceño o Álvaro Henríquez) no han sabido comprender que un músico realmente de
izquierda debe tener una relación, mínima aunque sea, con el feminismo. Son
cuestiones totalmente plausibles, totalmente entendibles, sin duda. Lo que nos
genera un problema es el giro figurativo, de cierta manera, no tanto en la
factura de las canciones mismas sino que en el exceso discursivo. Recientemente
Manuel García acaba de publicar una canción que se compromete con el proceso constituyente
que promueve el gobierno, siendo quizás el anverso de un mismo problema. Sin
duda el canto al programa es una cuestión que no se debe olvidar, pero se debe
subrayar que el canto popular se moviliza a partir de las masas oprimidas,
nunca a través de una gestión eminentemente gubernamental. Anwandter lo sabe,
lo leyó hace un buen rato, sólo que Amiga
pretende desmarcarse y tratar de buscar un colectivo en otra escena. Creemos
que esa dimensión estética debe ser alcanzada a partir de una alianza, de un
componente plural, que conecte una con una las expresiones que pudieran ser
dichas o expresadas a partir de las canciones, los discos, y en las obras
singulares que encarnan. Efectivamente temas como “Cordillera”, “Siempre es
viernes en mi corazón” o “Camino a la fábrica”, se conectan con la tradición
que no sólo está en la Nueva canción chilena, sino que también en la obra de
alguien como Jorge González que produjo una escisión tan fuerte como la
encarnada en Violeta Parra o Víctor Jara, desde ahí, la conexión más potente, o
la posta, de cierta manera fue encarnada por compositores como Gepe, Javiera
Mena, Cristóbal Briceño y el mismo Alex Anwandter por supuesto. Las canciones
de Los Prisioneros, desde hoy se ven como canciones que más que responder a un
itinerario de protesta son canciones que expresan una movilización colectiva
que no tiene nada que ver con un componente épico. Por lo mismo, habría que
pensar que el canto popular no se restringe a un solo espacio de tradición
identitaria que está vinculada con imaginarios estrictamente académicos o
culturalistas, sino que se trata de rastrear un inconsciente sonoro en
las formas de vida que nos son totalmente contemporáneas. Toda esta cuestión no
se restringe al ámbito lírico de una canción, la canción es un bloque sonoro,
donde la letra es un arreglo que se pliega a los arreglos estrictamente
musicales. Es por ejemplo lo que ocurre con los charangos que aparecen al final
de “Traición” o ese bombo que suena de fondo al coro de “Cordillera”, que nos
retrotrae a un lamento a lo Violeta Parra.
Toda esa dimensión
profundamente estética, la comprendió muy bien Camila Moreno el año recién
pasado, en su aclamado Mala madre,
donde más allá de expresar un mensaje a través de sus letras, cada una de ellas
trabaja un fondo barroco, oscuro, que da cuenta de cierta naturaleza oprimida,
que con la canción trata de visibilizar. Mala
madre es un disco profundamente feminista, y del cual Anwandter al parecer
no se siente para nada cercano. O por dar otro ejemplo, una de las influencias
musicales más fuertes del disco Amiga
es alguien como Juan Gabriel, nunca Juan Gabriel había sido instalado al lado
de un componente tan político, pero esta cita, es decir, leer cierto Juan
Gabriel, ha sido algo que en el pop chileno ya lo había realizado Cristóbal
Briceño (Ases Falsos) al colocar como imagen de portada del disco Juventud Americana a Juan Gabriel, pero
travestido, hecho un ícono pop, a lo Ziggy
Stardust pero con una especificidad latina o americana.
En fin. Amiga es un
tremendo disco, que es evidente que al pasar los años será recordado como un
disco importante, ¿pero qué es un disco importante? Simplemente es un disco que
en un momento dado cala popularmente, que su lenguaje o su experiencia circula,
convirtiéndose en transversal. Lo que sí es que grandes discos que hoy
recordamos no fueron muy contemporáneos, ni del gusto masivo ni del beneplácito
de cierto momento histórico-político reivindicativo. Se sabe que un disco como Corazones, hasta hace muy poco era
ignorado, rescatándose el espíritu más ochentero o “punk” de Los Prisioneros.
Pues es el presupuesto con el que comenzábamos: el pop no es político. Lo de
Alex Anwandter es significativo, porque si el pop siempre fue críptico en su
intervención política por justamente apelar más al baile (que algunos traducen
como simple entretención) y no a la reflexión, Amiga al parecer pretende generar un pliegue entre ambas
cuestiones. Pero lo más importante, con un discurso de fondo que abraza y desea
agenciarse a luchas colectivas que son imperiosas. Es curioso como los
acontecimientos en las artes expresivas parecieran ser cíclicas. Se podría
decir que Alex Anwandter es un poco como José Balmes a finales de los años 60
acá en Chile, que se aleja de una pintura meramente expresiva y matérica, para
abrazar lo figurativo, que daría cuenta de las profundas luchas políticas de
ese momento en Chile. La oposición a él es alguien como Francisco Brugnoli que
sin dejar de ser de izquierda y militante del PC, en ese entonces conservaría
en su obra altas cuotas de experimentación sin abrazar lo figurativo. Me pregunto
quién sería actualmente en la música popular chilena el análogo de Brugnoli.
*Una versión editada de este artículo apareció publicado en Junio del 2016 en el medio digital El Desconcierto