Hace
casi tres años Gepe lanzó el single “En la naturaleza”, produjo un asombro, al
menos una curiosidad, vamos, ¿qué era
eso?: era algo así como un reguetón, reguetón andino la autobautizó el mismo
autor. El reguetón para muchos es un estilo de música destinada a gente
inculta, en rigor para la plebe, que – imagen cristiana – está totalmente
anestesiada y escucha aquello que le imponen. Cuestión aparte de que el reguetón
es un género de música banal, que en sus enunciados sitúa a la mujer en un
lugar de sumisión, como mero objeto de deleite masculino. En fin, la
publicación generó un mínimo revuelo. Las cosas entretanto han cambiado, uno ha
visto cómo el reguetón de un momento a otro pasó a formar parte de cierta
juventud que escucha “buena música”, y es aceptado en lugares donde antes no lo
era, hasta artículos teórico-crítico han hecho una lectura distinta de él. No es que esto sea consecuencia de la canción de Gepe, sino que simplemente
Gepe tiene una mirada que pareciera siempre estar adelantada a varios de
nosotros. La tenía ya en el 2005 cuando lanza ese primer disco, bisagra de toda
la música chilena de los últimos diez años, llamado Gepinto. Gepe está claro que intuye, o más bien ve, muchas cosas.
En
principio Estilo Libre se oye
bastante como una continuación de GP,
no hay un quiebre tan fuerte, sólo en algunas pinceladas que están en temas
como “Punto final”, “A la noche” o “Fiesta maestra”. Pero en general es la
evolución natural de lo que venía haciendo. El punto importante está – como
siempre lo es en Gepe – con lo que existe alrededor del lanzamiento. En tiempos
de Hungría, los medios (los que
estaban cerca de cierta escena de recepción de la música de Gepe por aquel
entonces) señalaban que el disco rompía totalmente con el espíritu folclórico
que había instalado Gepinto, que
Gepe se sacaba el poncho de ser “el nuevo Víctor Jara”, etc., etc. Hungría se presentaba como un disco
electrónico, más cercano al espíritu de
Corazones que de la Violeta o Víctor Jara. Eso era verdad. Pero el disco
igual tenía una cercanía con varias zonas de Gepinto, y no era tan radicalmente distinto a su predecesor. En GP, ya lo decíamos, el primer single, “En
la naturaleza”, inauguraba ese efímero estilo llamado “reguetón andino” pero el
disco tenía cosas que perfectamente podían estar en Audiovisión y presentaba a un Gepe mucho más pop que reguetonero.
Con
Estilo Libre pienso que es lo mismo.
Gepe tiene un manejo extramusical asombroso, sabe que un artista pop no es sólo
la música, no es sólo un puñado de canciones cada cierto tiempo, como él mismo
lo dijo alguna vez: el artista popular transmite una religión, debe entregar
una especie de espiritualidad. Y eso se transmite con el arte de tapa de los
discos, con la estética que todo disco propone en general, pero también con las
intervenciones públicas, sobre todo en las entrevistas. Gepe en cada entrevista
está consciente que cada palabra suya dicha se pliega en su obra, formará parte
de ella y sobre todo dará que hablar, generará algo que se plegará a la escucha
de su disco. Está consciente que en la música pop nada es tan puro, es una
imagen lo que escuchamos. La escucha sin mediaciones no existe, así nos
acercamos a todo lo que escuchamos, sobre todo en esta época en que con dos clics
puedes tener en tu dormitorio desde Charles Mingus a la discografía completa
del gran Juan Gabriel. Pura imagen consumimos. Dos opciones: lo ocupas de una
manera en la cual la imagen es el sustento de un discurso determinado, que va
directamente a un mercado de escucha también determinado (que es más menos lo
que ocurría en los 90 donde la música popular estaba perfectamente clasificada
en estilos o géneros, tal como en la clasificación de estilos que imponía un
lugar como La feria del disco) o la otra opción es confundir con una imagen,
jugar con ella, no saber por dónde atrapar a este tipo (táctica ocupada desde
músicos como Bowie o en Sudamérica algo como Babasónicos). Gepe, a mi modo de
ver, estaría, en esta última línea. La idea de que un artista pop transmite una
religión es precisa para entender esto, pues si bien Gepe hasta Audiovisión transmitió una religión que
estaba aún acorde a un determinado público (que si bien estaba germinando y
ahora está mucho más establecido), aquel llamado “hípster”, o al menos, aquella
nueva juventud crecida al alero del internet en la década de los 2000 y que
puede justamente escuchar cosas desde Coltrane hasta Jeanette bajo un
desprejuicio total. Ya en Gepinto,
la mixtura entre cosas como Tortoise y Violeta Parra era una radicalización
total de lo que Los Tres habían hecho con la cueca en los 90’s, era algo
sumamente extraño y desprejuiciado en los recursos pero que guardaba todavía un
aura, una especie de seriedad más cool por decirlo de alguna manera, que era
más codificable por un formato de escucha. Ahora bien, luego de Audiovisión, y sobre todo con lo que
ocurrió con “Por la ventana”, y mucho más con GP, el desprejuicio y libertad con los estilos o géneros se
radicalizó totalmente. Ya no sólo por lo del reguetón, que terminó rápidamente
siendo aceptado, sino por radicalizar aquel vector totalmente transversal en lo
que se ha denominado el nuevo pop chileno, aquel de incluir en las influencias
musicales aquellas canciones o rama musical despreciada por la juventud que en
principio escucha música seria, con cierto contenido. Me refiero el gesto de
incorporar el cancionero romántico como una influencia directa y con homenajes
directos, cosas hecha por Javiera Mena en su rescate de Daniela Romo, el que ha
hecho Dënver al tener a Jeanette como una influencia directa en su música o
Cristóbal Briceño que homenajeó en la portada del primer disco de Ases Falsos a
Juan Gabriel pero también siendo un conocidísimo y variado intérprete de
clásicas canciones de Chayanne, Luis Miguel, Camilo Sesto, etc., etc. Es decir,
aquel cancionero que se escuchaba en las mañanas en nuestras casas, en los
autos de los tíos, en el almacén de la esquina de nuestro barrio o en cualquier
lugar. Música sin destinatario aparente, masiva, hecha para la circulación
cotidiana, sin ningún contenido directo. Bueno, todo eso, que hasta ahora no se
ha reflexionado de la mejor manera, Gepe con Estilo Libre la lleva a un límite, sobre todo en la polémica “TKM”.
Donde al parecer no hay un homenaje, ni un rescate, ni una influencia, sino que
Gepe está creando el archivo él mismo. Lo que está haciendo es ser Chayanne o
Carlos Vives, como si estuviera pensando que en veinte años más alguien podría
decir: oye, ese tema, era bueno, reversionémoslo. Provocativo a más no poder
con el nombre, como si supiera que con eso el oyente distanciado, el oyente
crítico e ilustrado diga: ‘oye el Gepe, que la cagó’. Pero a la vez el oyente
más puro, más inocente en la escucha, lo recepcione de inmediato, la letra lo
dice de manera explícita: “quiero llegar a ti, esta canción es lo que tengo”.
La
propuesta de Gepe es llegar a un nivel de la doxa, del sentido común, muy lejos
del espacio más ligado a lo independiente que siempre es de élite, tanto
intelectual como culturalmente. Cosas así no solo se ven en “TKM”, donde se
consuma todo esto, sino que en gran parte del disco, donde priman las letras
bastante sencillas, y sobre todo, lugares comunes, que no dejan de ser bastante
locales, localismos como “soy marinero, no soy capitán”, “en Melipilla perdió
su silla”, etc. Los lugares comunes tampoco se reducen meramente a un lenguaje
en común, sino que a lugares de por sí, como el San Miguel retratado en “Punto
Final”, donde las calles aledañas a donde Gepe (Daniel Riveros) creció, son
comunes no sólo a los san miguelinos sino que a un santiaguino medio que conoce
la Gran Avenida, que fue los domingos en las mañanas al persa Bio-Bio. Aparte, “Punto
Final” se une a una trama que viene desde el imaginario que Jorge González
diseñó con esa localidad, y que sin lugar a dudas con esta canción, San Miguel
es instalado como un lugar mítico, en donde la canción pop chilena al parecer
encontró su lugar de germinación.
Ahora bien, el disco es muy local, para no decir que es muy chileno. Por ejemplo “Invierno”, es una bachata, muchos dirán que Gepe con esto busca entrar en otra oreja, quizás sí, lo busca, pero acá no hay una estrategia comercial de captura de esa oreja, lo que existe es traer a un presente una experiencia de escucha, que es la de alguien como Juan Luis Guerra en el invierno del año 91 y aquello plegado a situaciones como el “doble calcetín” o el quedarse dormido viendo Los Simpsons. Gepe busca y anhela situar su música, y la sitúa siempre en esta porción de territorio llamada Chile. Un tema como “Melipilla” muestra esto evidentemente, así como el tema que cierra el disco, en dúo con Javiera Mena, “Vivir”, donde se explicita ese deseo de localidad, de situarse y quedarse en el lugar donde has crecido. Es este tipo de honestidad que tiene Estilo Libre el que haya sido rápidamente definido como un disco más íntimo o personal (“Siempre quiero lo que no tengo” o “Ser amigos” lo demuestran), y claro que lo es, porque es una mirada que proviene de este cantautor, que responde a este momento histórico con determinadas canciones que hablan desde él, pero que no dejan de conectarse con todo un exterior, con toda una población más molecular que las mismas canciones hacen existir. Es lo que una canción como “Piedra contra bala” testifican, una de las grandes canciones de Estilo Libre, y quizás una de las grandes canciones que habrá hecho Gepe, que se hila en una tríada más personal dentro del disco, el tema de la Piedra es clara en señalar un estado de cosas a nivel social en el Chile de estos últimos años. Es una canción que Gepe compuso a partir de la interpelación de un taxista que le dijo que él no escribía sobre cosas que le pasaban a la gente. Esa opinión es la generalizada en cierta mirada, pero a Gepe no le ha preocupado jamás, y eso es un ejercicio de honestidad, “Piedra contra bala” es una canción que derechamente no habla de nada social, sino que simplemente es un bloque, una canción es un bloque de sensaciones que produce y provoca algo, es algo es sencillamente una emoción, y eso a fin de cuentas es lo único que un cantautor debe tener como imperativo.
A
fines del 2013 Gepe presentaba una canción nueva que llamaba “Hora de fiesta” o
“Fiesta”, era la que en Estilo Libre
ahora es titulada “A la noche”. Una sorpresa sería poco para definir la
sensación que tuvimos al oírla, a modo personal, el camino que se veía venir para
Gepe era extraño, el tema hasta lo tocó en el Festival de Viña realizando una
performance junto a su bailarina estable (Yeimi Navarro) que el Gepe del año
2005 jamás hubiese hecho. El desprejuicio de Gepe en esa canción que tocó en
vivo casi por dos años sin ser publicada daba cierta imagen de lo que venía.
Teniendo el disco nos dimos cuenta que la canción fue una excepción, y que sólo
es una jugada de Gepe, de justamente hacer que el oyente medio de su música se
espante, dando a entender que él es dueño total de su obra y no se debe a
nadie. Gesto similar podría verse en el primer sencillo oficial del disco,
“Hambre”, que de cierta manera provocaba reacciones paradojales al incluir en
un featuring a Wendy Sulka, antigua hazme reír de los primeros años del
youtube, en el cual los chilenos nos reíamos de nuestros hermanos peruanos sin
ninguna vergüenza. “Hambre”, con el arreglo que le hace la voz de Sulka se ha
convertido en himno instantáneo y en un hit total, dando a entender que la
música es un horizonte en el cual no existen separaciones ni clasificaciones,
eso era de otra era, de la era de la industria
que clasificaba estilos como clasifica pantalones o zapatos. Gepe sin
lugar a dudas no sólo se ha convertido en el líder de una generación de músicos,
o quizás en unas de las propuestas musicales más importantes del país y a nivel
latinoamericano, sino que se instala justamente como bisagra de lo que
significa hacer música en y desde Chile en el siglo XXI. Es más, podríamos
decir que con Estilo Libre, se
consuma la siguiente idea: en la música chilena habrá un antes y un después de
Gepe.