Un disco de Jorge González siempre ha generado polémica, o al menos opiniones
encontradas. Desde Corazones (tomando en cuenta que es su primera entrega solista)
todos los discos que ha grabado generan una especie de desconfianza, fundamentalmente
por la vara que dejaron los discos que editó con Los Prisioneros (sobre todo los dos primeros). Demás está decir que
en esos álbumes contienen los clásicos que Jorge
González jamás volverá a grabar, algo así como el momento en que la
genialidad de ese veinteañero explotaba, interpretando en sus composiciones el
sentir de un pueblo. A muchos compositores les ocurrió que jamás pudieron salir
de ese shock, de haber creado un conjunto de canciones que alcanzó un nivel de
popularidad tal como el que tuvo Jorge
González a mediados de los 80. En mi opinión, el san miguelino sí salió del
shock. No sólo porque esas mismas canciones, que hasta el día de hoy los niños
de 5 años se siguen aprendiendo, como si con eso también aprendieran a ver el
mundo. Sino también por la constante reinvención de Jorge González, que desde La Voz de
los 80 hasta Libro, nunca hizo un disco igual al
anterior.
La discografía de Jorge es muy accidentada, no
responde a un artista convencional, que luego de tener un éxito con su banda, hace
una carrera relativamente homogénea. Eso se pensó de él el año 93, con su
primer disco solista rigurosamente hablando, pero entre ese disco hasta Libro
pasaron demasiadas cosas: rompimiento de contrato con EMI, un disco de cumbias
electrónicas, problemas con drogas y rehabilitación en Cuba, reunión a dos
estadios nacional llenos con Los
Prisioneros, autoexilio en México, Los
Updates, etc., etc. El último disco firmado como Jorge González fue el año 99 (Mi Destino. Confesiones de una estrella del
rock), algunos pensamos que ya no habían más discos de autor, por
decirlo así. Sobre todo pensado en ese disco truncado de hace cinco años - un
puñado de canciones que terminaron circulado a través de Internet-, un disco en
el que Jorge trabajaba nada más ni nada menos que con Cristián Heyne. De ese disco, hasta donde sabemos, sólo pervivió “100
Años”, pero existen canciones que no fueron publicadas. Con ese antecedente
cuando a fines del 2011 se especuló la publicación de un disco de Jorge González, la extrañes no fue
poca, y la alegría fue harta.
La pregunta que uno se podría hacer, es ¿por
qué la necesidad o el deseo de sacar un disco? Teniendo como dato que al
parecer ese disco truncado, que no salió, se debió a que no había mucha
necesidad de publicarlo, al parecer Libro debía ser publicado.
Este deseo de publicación me parece que tiene relación con su carácter de obra
y no con una simple suma de canciones. Me hago estas preguntas porque uno de
antemano supone que alguien como JG podría perfectamente dejar de hacer
canciones y nadie le diría nada, lo consiguió todo, y tomando en cuenta el dato
no menor, que ya nadie se hace rico vendiendo discos. Al parecer, un disco es
un asunto de sobrevivencia, pues no hay que ser muy inteligente para darse
cuenta de que existe en este disco un hilo conductor, algo que viaja entre cada
canción, que las hace formar una constelación de tópicos y sensaciones. El dato
biográfico dice que este es el disco que JG escribió luego de su ruptura con
Loreto Otero, su mujer por diez años o algo así (no importa el dato real), pue
sabemos que muchas canciones, partiendo por “Carita de Gato”, pasando por “Eres
mi hogar” y terminando en este disco completo, fueron inspiración directa para
Jorge. Pero más allá del cliché de la musa, Jorge González siempre fue un tipo que escribió desde su
experiencia, como si sus canciones fueran expresión de su carne, de la vida sin
ningún tipo de maquillaje. Podríamos pensar que si las canciones más clásicas
de Los Prisioneros identificaron a
tantos, era porque realmente ese adolescente componía esa canciones no desde un
afuera, desde una distancia crítica, como un espectador, sino que el tipo
realmente veía aparecer ante sus ojos lo que una canción como “Muevan Las
Industrias” describe. Existe - y esto es lo que queremos decir en esta reseña -
en la obra de Jorge González un tono
visceral, de poner en escena la propia carne, traducida como experiencia, en
sus canciones.
De entrada “Ámate” y “Nunca te haría daño”
ruborizan un tanto, ponen un poco incomodo, al ser tan excesivamente directas, sin
ningún tapujo. La desnudez ni siquiera es un adjetivo apropiado para describir
las primeras canciones del disco Libro. Me atrevo a decir que el
título del álbum guarda relación con una escritura muy adolescente, de una
especie de diario de vida, de contarse a sí mismo los afectos. Jorge González señaló que muchas de
estas letras las escribió en servilletas o papelitos cualquiera sentado en el
café amigo que tiene en Berlín, donde vive un autoexilio, no sólo con Chile,
sino que al parecer consigo mismo. Un viaje (toda estadía siempre es un viaje)
que le permitió ahondar en su experiencia de vida reciente y componer un grueso
de canciones muy en serio, tan en serio que pueden espantar o tomarse como lo
son, una demostración de una madurez compositiva y lírica sorprendente. Sin
embargo este rasgo no es exclusivo de este disco Libro, aunque tenga su
propia singularidad, la discografía de Jorge siempre tuvo esta característica.
En especial un disco como El futuro se fue. La segunda mitad
de Libro me ha recordado el disco
del año 94, quizás uno de los discos más radicales hecho por un compositor
chileno, sobre todo por su visceralidad, por entregar en canciones la
experiencia hecha carne, que siempre es lo irreductible, lo que no se puede
representar, sobre todo pensando en que esas canciones encarnan un dolor muy
profundo, del cual aún no se ha escrito mucho. Pareciera que las canciones para
JG son curaciones (como dice un tema de este disco), funcionan como algo
clínico, pero sin terapéutica, sin sanación, sino como una entrega de algo
melancólica. De hacer con las canciones lo que en la propia vida no puedes
hacer. Si en El Futuro se fue todo era más críptico, oscuro y retorcido, acá
las canciones en algunas ocasiones son mucho más directas (“Es muy tarde”, “Hijo
Amado” o “No estoy en condiciones”), pero también con su lado más carnal y
cruel, sobre todo canciones en que revisita su vida hacia atrás como en “Algo
hay en la novena” y “Al final de esta maldición”, que pareciera ser una canción
en donde la vida y la obra parecen no tener distancia. Una canción tan
significativa que sintetiza todo lo que hemos tratado de decir acá.
En principio el disco deja muy en claro su
temática, de que Jorge González
necesitaba expresar lo contenido. Pero insistimos que este rasgo siempre estuvo
en sus discos, acá se puede ver más evidente, sobre todo pensando en que
todavía algunos esperan canciones como las que hizo con Los Prisioneros. Los peores discos de JG después de Corazones
fueron esos que hizo bajo el nombre de Los
Prisioneros (aunque con excepciones en algunas brillantes canciones que
están por ahí, sobre todo en Manzana), porque respondían a un
cliché armado, construido, de cómo debía sonar una canción de JG. Pareciera que
Corazones,
El
Futuro se fue, Mi destino… y ahora Libro,
responden a lo que nosotros esperamos de Jorge, entregarnos notables canciones,
honestas, sentidas, donde quizás siempre nos terminamos sintiendo
identificados. Independiente de que sea algo como “El baile de los sobran” o “Esas
Mañanas”, pues la distinción en donde lo colectivo se opone a lo íntimo, en JG,
en su obra, esa distinción se difumina. Es increíble como al ir a ver un show
actual de Jorge, uno canta con la misma pasión una canción tan significativa
como “No necesitamos banderas”, pero a la vez “Amiga Mía” para todos nosotros
es igual de significativa. Algo tiene la
novena, algo tiene Jorge González,
que me cuesta explicar con palabras en este momento, que de su desgarro, de su
propio abismo, hacer germinar estas canciones, como las que constituyen Libro,
que nos siguen conectando a todos nosotros. Hablo en plural, porque cuando
hablamos de Jorge González siempre
se trata de estar en conexión con un colectivo, o en otras palabras, con un
pueblo.
* Este artículo fue publicado en la Revista Spazz en marzo del 2013