El 2010 no debería ser recordado en Chile sólo
por el terremoto del 27 de febrero, ni la llegada al Gobierno de la derecha
política y económica liderada por el empresario Sebastián Piñera, y ni tampoco
por la cobertura espectacular de 33 mineros atrapados en el fondo de una mina,
con su posterior rescate televizado a todo el mundo. No sólo eso deberíamos
enfatizar a la hora de tratar de mirar aquello que se dice llamar Chile en su
año del Bicentenario, sino que la explosión de algo mucho más subterráneo y molecular,
que no está publicitado en la plaza pública actual, es decir, en el espectáculo
mediático. Podemos decir que en Chile el año que pasó tuvo la edición de casi
80 discos de factura independiente. Discos que han circulado por estas tierras,
o más bien, de manera virtual a través de Internet y en reproductores de música
de los ordenadores de varios chilenos. De esos 80 discos, hay por lo menos unos
10 o 15 de gran factura, que posiblemente estén en unos años más engrosando
esas listas patrimoniales, que hablan de algo así de los "Grandes discos
del rock o la música chilena". No es el lugar para enumerarlos. Pero sí,
para por lo menos señalar tres, y luego, quedarnos en uno, en el que varios
creemos, que es el mejor lanzado o editado el 2010.
El País[1]
habló en febrero pasado de Chile como
paraíso del pop, señalando a 3 nombres o figuras, como estandartes de esta
"escena": Gepe, Javiera Mena y el dúo Dënver. Acá se paró la oreja de
inmediato, pues El País está hablando de músicos que acá, de entre 10 chilenos,
lo más seguro es que ni siquiera uno los conoce. Tres discos: Audiovisión
(Gepe), Mena (Javiera Mena) y Música, Gramática y Gimnasia
(Dënver). Lo común de estos discos
no es sólo haber sido editados el 2010, sino que gozan de un mismo productor:
Cristián Heyne (que si Chile fuera Inglaterra de fines de los 70 o principios
de los 80, Heyne sería algo así como un Brian Eno). Lo otro en común es que son
discos de alta factura, que suenan a un nivel, digámoslo, internacional y que
re definen que es eso de hacer pop en castellano. Discos que provienen de
músicos que desprecian profundamente las etiquetas facilistas, rockeras,
deudoras de los años 90. Para estos discos, la cosa es el pop, pero el pop
elaborado, más de corte experimental, en donde en una canción de cinco minutos
puedan convivir influencias eclécticas del tipo de Violeta Parra, Emmanuel,
Sigur rós, Sonic Youth, Belle & Sebastian y Los Prisioneros, por evocar referencias
que se me vienen a la rápida. Es decir, nombres que uno almacena en sus archivos
o nombres que uno puede escuchar o ver, desde youtube con un clic, o
descargando un álbum en cosa de minutos. Son discos o bandas, que hacen música
sin ningún tipo de referencialidad ni prejuicio. Tienen algo así como la
globalización total de la música, para realizar con esas influencias, lo que
les entre en gana.
Dënver es un dúo (Milton Mahan y Mariana Montenegro) formado a mediados de la
década que ya pasó en San Felipe, provincia de la Región de Valparaíso.
Lanzaron un disco el año 2008 llamado Totoral, que causó cierta
movilización en el circuito indie (de Santiago, hay que decirlo), y con ello se
lograron insertar en la escena, darse un nombre. El dúo nos entregaba una
propuesta pop con letras sencillas, íntimas, dulces y con una inocencia casi
radical. Inmediatamente los críticos reseñaron a la banda como los Belle &
Sebastian chilenos. Pero ya se veía una re elaboración de eso que se entiende
por pop, que realmente alcanzará, en mi opinión, una factura total, con la
entrega de Música, Gramática, Gimnasia (MGG). Cuál sería, en una palabra,
el desplazamiento entre Totoral y MGG: creo que madurez. En
MGG el dúo pareciera estar totalmente seguro de cada arreglo o instrumentación,
así como también de cada palabra o frase que adornan estas once canciones. El
disco refleja un potencial compositivo sorprendente, que no sabemos bien qué
límite podría tener.
Se ha dicho y Milton Mahan lo sostuvo, el
disco tendría una especie de concepto, sería un “disco conceptual”. Más bien yo
diría que Dënver propone una fábula, que también podríamos llamar una
práctica de lo que es la experiencia
de escuchar un disco. No sólo oyes. Hay una experiencia fuertemente corporal,
fisiológica e instintiva, una Gimnasia
inherente a la experiencia sonora. Pero no sólo es corporal, también existe una
gramática de la misma música graficada en los fonemas que oímos, eso que se ha
llamado "la letra" de una canción. En el pop -y este es el gesto que
rescata Dënver - muchas veces la letra no importa: sólo debe sonar bien. Y el
dúo compone letras que realmente no alcanzas a distinguir como líricas, sino
como entonaciones de la misma canción, no son – en apariencia - importantes.
Sólo su melodía, su particular melodía: su gramática. Puedes oír el disco más
de quince veces y no saber qué dicen las canciones. Eso es brillante. El arte
del disco permite relacionar estas tres disciplinas, en teoría, tan disímiles
unas con otras. Ya que las referencias al cuerpo, al baile, al biker, al skate,
al nadador, proponen historias en donde siempre están en juego el movimiento y
cierta acción. Por eso mismo debo decir que si las letras en apariencia no
tienen relevancia, es sólo una impresión superficial, porque al leer las letras
o al escuchar con detenimiento, veremos que el dúo no las deja al azar. Hay una
especie de “narrativa” en la escritura de Dënver,
y Milton Mahan en una entrevista a Emol en diciembre pasado[2]
señala que su búsqueda en este disco (MGG) era proponer otra relación entre
escritura y canción, por fuera de cierta tradición en Chile muy ligada a lo
poético. Este contrapunto es muy interesante, porque por otro lado, alguien muy
cercano a ellos - por compartir la escena - como Gepe, que se plantea de cierta
manera mucho más arraigado al folklor chileno, aún teniendo sus escapes con la
electrónica y la experimentalidad. Pero Milton Mahan plantea una narratividad,
decíamos antes, en MGG existe una fábula que ensambla estas disciplinas,
adolescentes, juveniles. Pero son disciplinas y adolescencias (en todo el
sentido del término: adolecer) que se escapan, constantemente de sí mismas.
Uno de los videos realizados hasta ahora fue
“Los Adolescentes”, que hasta la fecha cuanta con más de 150 mil visitas en
youtube. Así se marcan hoy en día las cifras de popularidad de una banda, y Dënver sin pertenecer a un sello
discográfico multinacional, y con sólo tener los medios de difusión que permite
el Internet, han logrado ser reconocidos por mexicanos y españoles, lo digo en
base a los comentarios que tiene el archivo. El video que les señalo es casi un
corto, bastante producido, que choca por su aparente frivolidad, pero viéndolo
con más detenimiento, se verá cómo el video hace comparecer a una generación
bastante singular. Musicalmente “Los adolescentes” tiene un swing electro más
un riff que podría estar perfectamente en una canción de una banda noise,
conjugan una monotonía que extraordinariamente no aburre, sino que se
transforma en una adicción insaciable. Con la recitada pelotuda (pero a
propósito) de Mariana Montenegro, que irónicamente retrata una estupidez
inherente de eso que se llama “ser adolescente”. El video es perfecto, diría
que por lejos está entre los mejores videos de los últimos diez años en Chile.
Me pregunto cómo se verá, qué lectura podríamos hacer, en cinco o diez años de
este video, de esta canción. Qué se deja ver en esta especie de retrato que Dënver plantea en este video. Creo que
sólo la lejanía con el archivo, con la imagen, podría darnos una especie de
respuesta, que por ahora es insuficiente.
Volviendo al disco, diremos que en una primera
incursión suena bastante ostentoso, grandilocuente, a ratos retro, bien retro,
llegando casi al mal gusto. Oídos que son deudores de los 90 - como dije antes
- despreciarán bastante el álbum. Milton Mahan señaló en una entrevista que
cuando le contó a Heyne cómo se imaginaba que iba a sonar el disco, le habló del
último disco que hizo ABBA: The
Visitors. De ahí esa hibrides del sonido, entre guitarras, vientos,
arreglos de cuerdas y sintetizadores. Puede espantar. Pero inmediatamente luego
de esa presentación que es "Mi primer oro" la melodía adictiva de
"Olas Gigantes" detienen al disco, entre sintetizadores citados del Corazones
de Jorge González, y la voz, tenue,
tímida de Mariana Montenegro. "Olas Gigantes" ya promueve esta onda
algo disco, bien kitsch en apariencia. Influencias que se perciben y también
señaladas por Mahan, son de bandas españolas como Los Planetas o La Casa Azul, pero
también de Carlos Berlanga, y
proyectos como Alaska y Dinarama.
"Si te gustan Los Planetas, yo te los
llevo a tu puerta..."
"Lo que quieres" es un tema bastante
inspirado en la música de Los Planetas,
de ahí a que nombrarlos en la letra es un gesto sumamente inteligente. El video
es un viaje, que varias zonas del disco alumbran para hacer. El viaje en el mar
o el devenir de las olas (“Olas Gigantes”), el viaje cinéfilo de “Diane Keaton”,
el viaje anacrónico a la playa (“Cartagena”). Éste último viaje ensambla tres
canciones que se superponen: "Litoral Central", "Olas
Gigantes" y "Cartagena". Cartagena, un balneario-ruina actual,
de ahí su anacronismo de citarlo, de hablar de él en nombre propio. Las tres
canciones eso sí difieren, sobre todo “Litoral Central”, que es la más bailable
en términos tradicionales, nos cuenta un viaje que pudo haber sido, en un
verano que no fue: una historia criminal, o quizás, una pelea de pandillas
adolescentes, lo que fuera. Lo importante es ese “Litoral Central” que no se
alcanzó a llegar en un verano. De ahí que “Cartagena”, como decíamos, también
es el viaje imposible: no hay nadie, ya nadie veranea. Una soledad total. Qué
más triste que Cartagena, su desolación, su ruina. Una bellísima canción. No sé
si alguien le había escrito una canción a Cartagena.
“Diane Keaton” como decía, es el viaje
cinéfilo. Pero más que eso, es mi canción favorita del disco. Una letra que el
mejor Adrián Dargelos podría perfectamente haber hecho en discos como Miami.
El mezclar en una misma canción palabras como “Woody Allen”, “Diane Keaton” y
“hotpants” es notable. Una melodía memorable. Pareciera que la escuchaste
antes, no sabes dónde, pero está acá: te engancha en la primera escucha. Otro
tema cantado por Milton Mahan al igual “Diane Keaton” es “Los Bikers”, otro
viaje, una canción donde los arreglos de cuerdas y los vientos entre la
historia que relata de un Biker que quizás se estrella y que se pierde en
“trecientos sesenta grados”. Una melodía fantástica y adormecedora. La también
hipnótica “Feedback”, a medio tiempo entre los sintetizadores, otro escape,
entre el mar, el skate y el chico que tiene “una banda sin recital”. Son
innumerables los adjetivos que podríamos señalar acá, sólo decir que la
experiencia adolescente que podrían nombrar estas canciones, en su conjunto, en
ningún momento hacen evidente o fetiche esas experiencias.
El último tema también es candidata al título
de mejor canción del disco: “En medio de una fiesta”. La experiencia en la
discoteque que tampoco es fetichizada, sino que despliega un encanto ingenuo,
de “chicos que se estrellan como cometas”. Te incita al baile, a la gimnasia
propia del disco. Es un vaivén extraño el de esta banda, entre el baile, el
festejo, pero siempre en un tono algo melancólico, de viajes imposibles, de
experiencias irrepresentables, que son en fin, todas esas que nosotros hemos o
estamos experimentando.
Para finalizar, algo sobre la actualidad de
Dënver. En estos días se presentan en el Festival Lollapalooza acá en Santiago,
para luego ir de gira por España, en la primera visita al extranjero que
realiza la banda. Se dice que en España los escuchan mucho, ya dijimos algo,
más atrás. El 21 de mayo realizarían una presentación que quizás los coronará
como un referente mayor en la música chilena de esta nueva década, en el Centro
Cultura Matucana 100, demostrando que quizás, son una de las apuestas artísticas
(más que estrictamente musicales) más atractivas de estos últimos años en
Chile.
* Artículo publicado en Revista Spazz en el otoño del 2011.