Nadie se hubiera
imaginado el año 2005, que Gepe en siete
años estaría declarando públicamente que le gusta el reggaeton y que es una de sus influencias para su nuevo
álbum. Totalmente inimaginable. Tomando en cuenta que Gepe pertenece – en principio –a un público que es lo radicalmente opuesto
a la estética reggaetonera, es decir, representa a un estrato de personas que
se cultivaron con música más alternativa y que pertenece a lo que en Chile se
llama lo “Indie” o “hipster”. Mucho prejuicio contra Gepe, pero habría que reconocer que aquel segmento juvenil fue fundando
por el mismo vocalista –aunque acá se debe señalar también a músicos como Javiera Mena y Alex Anwandter – dando paso a algo así como la voz de la década de
los 2000, con ese disco emblemático que es Gepinto (2005). Mucho pasó desde ese
tiempo, pero siempre existió en Daniel Riveros un sello distintivo que no hace
tan extraña la declaración que comentamos, siempre el músico fue un poco
rupturista con el propio contexto que él se ha creado. Recordaremos que Taller Dejao fue una banda que
realmente no tenía parangón por la época, sólo un bajo y una batería, cimentó
una onda muy carnavalesca y hippie (de la cual fue precursor), pero rápidamente
Gepe se desencasilló y armó su
proyecto solista. En un principio lo etiquetaron como el nuevo Víctor Jara por su onda folk,
claramente Daniel Riveros estaba para otra cosa y trató con Hungría (2007) de sacarse ese
estereotipo, presentándose públicamente en un programa de televisión sólo con
su notebook como acompañamiento musical. De hecho, esa época casi-electrónica
sólo duró hasta Audiovisión (2010) donde lo minimalista quedó en el olvido
haciendo un disco muy orgánico, donde lo principal era el acompañamiento de una
banda y el tono era un folk con otro tipo de influencias. El primer single
(“Por la ventana”) nos asombró a varios, por lo festivo y pop que sonaba, en
contraste con lo más melancólico que en supuesto era su música. Esa festividad
que se anunciaba en algunos tracks de Audiovisión es llevada a un límite
en el cuarto larga duración del músico, GP.
Todo este preámbulo es para señalar lo
siguiente: Gepe es un artista que
siempre se ha curtido de este tipo de provocaciones. Le son inherentes. Esta es
la herencia que ha recibido de Jorge
González. ¿Quién se iba a imaginar en el año 84, mientras se escuchaba La Voz de
los 80, que seis años después haría algo como Corazones? Con Gepe es exactamente lo mismo. De seguro
nunca su público ha sido el mismo, porque jamás ha sido condescendiente con un
formato establecido. Cuando hay gente que señala que cierta música es comercial
y no es política, me gustaría que pensaran que precisamente aquellos que son
tan consecuentes con cierta política son los más comerciales, porque se han
dejado subsumir bajo un mercado determinado. Lo realmente político en una banda
o artista de música popular es ser totalmente leal a su propio delirio, a sus
propias ideas musicales que están por encima de cualquier oyente. El espectador
no importa, el público es un agregado pues pasa como todo, pero la música, la
obra es la que permanece. Gepe es el
mayor heredero de Jorge González, no
sólo por este tipo de cosas relacionadas con cómo operas y haces circular tu
nombre, sino también por la calidad de su obra. No exagero al decir que con Gepe estamos a la altura de un artista
como JG, es más, me parece un despropósito
venir a decirlo, pero lo enuncio para algunos incrédulos, que banalizan a un
artista como Gepe. Pero que lo más
seguro que en diez años canten sus canciones y se den cuenta que estas (los
temas de GP) están musicalizando
este momento histórico en particular, así como Gepinto lo fue para a
mediados de la década de los 2000.
Gepe está un poco adelantado, de hecho creo que es el tipo más adelantado
de nuestra generación, pareciera que está siempre unos cinco o diez pasos más
adelante. Hay que ser bien desprejuiciado para poder entenderlo. Por ejemplo lo
que a varios nos pasó con “En la naturaleza”, pues de entrada realmente Gepe consigue descolocarte con esos
timbales, el rapeo de Pedropiedra y
el coro ultra pegajoso que suena a un reggaetón. Debo reconocer que me espanté
en un principio, pero sin lugar a dudas en el contexto del disco se escucha
mucho mejor. Sobre todo al lado de temas que tienen esa onda más
latinoamericana, como “Platina”, “Fruta y Té”, “Bailar bien bailar mal”, “Bomba
Chaya”, entre otras. El disco tiene una vibra impresionante, pareciera a ratos
que el tipo que escribió estas canciones no es el mismo que escribió obras como
Gepinto
o Hungría.
Aunque a ratos lleguemos a la sensibilidad Gepe,
en temas como la bellísima “Campos Magnéticos” o el cierre con “Un gran vacío”.
Lo que predomina en el disco es el baile, entre la exorbitante percusión y los
vientos.
Sin embargo el disco está muy fresco aún para
hacer comentarios más gruesos, sólo diría por ahora que Gepe se consolida, ciertamente por tener un sonido que no se parece
a absolutamente nada de lo que circula, no sólo en Chile o Latinoamérica, sino
que a nivel mundial. Hay muchas influencias, por cierto, la música andina, el
reggaeton, el reggae y el ska, así como también el pop que Gepe encarna de forma natural, todas esas influencias no superan a
la obra singular del músico. Sobre todo en la manera de encarar las letras, ya
no son letras a un nivel poético y abstracto, como había sido su estampa, sino
que historias que narran cosas muy cotidianas, como tomar el desayuno o ir a la
casa de alguien que ya no está contigo. Hay frases de canciones realmente
hermosas como la de “Con un solo zapato no se puede caminar”, que relata un sin
fin de nombres propios haciendo un llamado a algo así como masa anónima de un
porvenir. En general, las letras pese a ser muy sencillas tienen algo épico en
sus imágenes, yo me aventuraría a decir que poseen algo bastante político que
deberíamos poder leer. Pero claro, con Gepe
jamás las cosas son tan directas y fáciles de digerir, como en apariencia
algunos lo crean.
* Artículo publicado en la Revista Spazz en la primavera del 2012.