10 discos de los años 60'. Pt. 3

 

Los Blue Splendor - Los Blue Splendor (1966, Philips)

 


El caso de Los Blus Splendor es paradigmático para establecer cómo cierto inconsciente sonoro, habita en generaciones que sin ser contemporáneas de algunas músicas, se reconocen de todos modos en ellas. Por supuesto que no de modo voluntario, esto es producto de la escucha social de la música popular, sea por canales familiares, es decir, los abuelos o los padres y madres como abuelas. Sobre todo, si esa transmisión y herencia se da el caso que sean oriundos de la V región. Los Blue Splendor son quizás la banda por antonomasia de esa zona del país. Se dice que el rock & roll llegó primero al puerto de Valparaíso, por ello se podría suponer que el sonido de los Splendor es tan singular y suena tan moderno para que lo acontecía incluso en Santiago. No es muy fácil ubicar a qué movimiento o escena pertenecen los porteños, porque si bien al cantar en castellano, y Rubén Palacios tener un timbre de voz cercano a los vocalistas de La nueva ola, poseen elementos y una ritmicidad, distintos a los asociados al movimiento juvenil que ya en el año 66’ iba en retirada. Tampoco fácilmente la banda cae en el sonido beat, ya que el uso del teclado eléctrico y los vientos, le dan una luz sonora más latinoamericana, aunque sus influencias provengan de una música mayormente anglo. En definitiva, la banda – que tendría otras dos entregas en la década para apagarse en un gran silencio disquero sin dejar de tocar en vivo – es la primera muestra de una música popular con influencia angloparlante que traduce esos sonidos hacia un lugar criollo, local y situado. Es una música que guarda la marca de Valparaíso, pero también con un acento muy de la zona central chilena.

Canciones como “Ritmo a go-go” ya instalan esta novedad, un tema que expresa aquello que enuncia, es el a go-go en su versión chilena, no solo por la lírica en castellano. Existe algo en su sonido, en cierta suciedad y en la voz raspada y chillona, más los arreglos, que no se ubica en la copia del ritmo foráneo. Cosas como el solo de guitarra de “Te puedes arrepentir” consisten en una singularidad sonora que no tiene un parangón a nivel hispanoamericano, pero que ya dibuja la imagen del rock en estas tierras. Esto suena mucho más provocador y original que lo que hacían bandas en principio rockeras como Los Beat 4, Allan y sus Bates o Los Mac’s, vecinos de la misma región. Con sus trajes de orquesta, similares a los que usaban Los Ramblers, Los Blue Splendor además, y por supuesto no es un detalle, sus canciones son en su integridad originales. Puede ser que esa labor también cantautora de Angelo Macchiavelo, director de la banda, y parte esencial del sonido Splendor por su trabajo en el teclado eléctrico, les entreguen esta consistencia. La autoría ya es una suerte de traducción y no mera repetición de algo ya existente. Macchiavelo es el que compone el 80% de las canciones, siendo el otro porcentaje de Rubén Palacios y el bajista Enrique Urrutia, pero el tecladista es responsable de aquello que destilan canciones que muchos chilenos y chilenas conocen sin saber cuál es su procedencia, tales como “Verano sin amor”, “Hola Rosita” y la clásica “Visión de otoño”.



Los Bric a Brac – Los Bric a Brac (1967, RCA Víctor)

 


 

Los Bric a Brac son un proyecto con aires modernos, pero también con ribetes de mega banda, al ser una agrupación donde convivían músicos que ya tenían un nombre en Chile, a menos en la escena musical. Lo interesante es que Los Bric a Brac son como una síntesis de La Nueva Ola (los hermanos Zabaleta o también llamados Los Red Juniors) con el Neofolclore (Chino Urquidi compositor, arreglador y productor, y líder de Los Cuatro Cuartos y Paz Undurraga, voz principal de Las Cuatro Brujas). El producto era quizás lo más novedoso que se podía escuchar en el año 67’ en Chile. Al igual que con Los Blue Splendor, Los Bric a Brac son un proyecto mucho más rupturista que la propuesta de las bandas beat, principalmente por ya adoptar de lleno el castellano como lenguaje de la canción y por realizar una fusión entre folclore y pop que sería la síntesis que la música chilena haría de aquí hasta nuestros días. Pero toda esto es una línea, una serie o proceso, que vive la música popular chilena en su integridad, que confluirá en la apreciación del formato disco, ruptura que ya Los Beatles habían producido dos años antes con Rubber Soul, pues el álbum constituye una unidad musical a diferencia de todos los lp que habían editado Los Red Juniors, Los Cuatro Cuartos o Las Cuatro Brujas.

Ahora, las canciones están producidos con una fuerte influencia del sonido de California de la época, de manera muy paralela, Los Bric a Brac son considerados hasta hoy como la versión chilena de The Mamas and the Papas. Sin duda a nivel formal y técnico eran una banda a esa altura, sonaban profesionalmente por poseer la mejor tecnología y ahí el Chino Urquidi cumplía un papel fundamental. Los Bric a Brac es la expresión de modernidad en la música para la época y de seguro hits como “Prometo cambiar” y “Nunca jamás”, sonaban como algo novedoso y rupturista. Urquidi, de ser el principal artífice del neofolclore (tres años antes) ahora esa capacidad de producir ganchos melódicos, juegos de voces y arreglos los lleva directo a la música pop. La primera es una composición de Antonio Zabaleta que inscribe otro clásico de la música popular nacional y la segunda, de un autor cercano a él, como fue Hugo Beiza. Que ya había ofrecido las canciones más populares de Los Red Juniors, baladas principalmente y ahora también, de manera paralela a los intérpretes, evoluciona hacia un sonido pop con referencias psicodélicas y muy actuales.

Finalmente, el disco y el proyecto, lo es todo por el trabajo vocal de banda, Undurraga, Zabaleta y Urquidi son quizá lo más alto en este tipo de arreglos pop en nuestra música, pero también en el órgano eléctrico del mismo Urquidi, que deja una seña para la música chilena futura, desde Los Ángeles Negros hasta Los Bunkers.



 

Ángel Parra – Canciones funcionales/Ángel Parra interpreta a Atahualpa Yupanki (1969, Peña de los Parra)

 


 

Canciones funcionales es la primera recepción de La nueva canción chilena con el rock. Luego vendrá, sobre todo el año 71, la consumación de ese vínculo con El derecho de vivir en paz de Víctor Jara y el disco homónimo de Patricio Manns, donde Los Blops ofrecen de músicos invitados. Además de que el mismo Ángel Parra colabora con ellos, tanto en el disco El volar de las palomas de la banda pero también en su propio disco Canciones para una patria nueva. Sin embargo, en Canciones funcionales está el primer antecedente, ya que Julio Villalobos, guitarrista de Los Blops, acompaña a Parra en adaptación del rock & roll y las estructuras del blues, aunque sin dejar de lado su formato, de cantautor y su vocación latinoamericana al tocar ranchera, parabienes y vals. Lo rockero consiste más en la actitud, la performance instrumental y vocal, porque ya no es una actitud reflexiva (como mostrarás en el segundo lado, siendo su reverso, en su homenaje a Atahualpa Yupanki) sino de que de interpelación crítica, muy en el tono que contemporáneamente el rock, en tierras angloparlantes, destila.

El disco tiene dos nombres o dos partes, sin embargo, la portada define su actitud, el lugar desde donde se piensan esas canciones, propias y de Yupanki. Que sea un diálogo entre lo nuevo y lo antiguo, entre lo foráneo y lo propio, o también, entre lo frívolo y lo autentico, habla más de una doble expresión, que no alcanzará acá a sintetizarse, y menos de una oposición. Es algo así como un camino a los años 70, pero también, al destino de la música popular chilena en un futuro. Que cosas de Redoles o de Álvaro Henríquez por ejemplo podrían existir en este disco. “La democracia” y “La tuerca” son ejemplos de instalar esta actitud que quiera traducirse, tanto en nuestra lengua pero también en estilos sonoros no anglo. La performance se nutre sobre todo de letras directas y casi de tinte pop como lo reflejan títulos tan sugerentes como “El drugstore” o “La T.V”. Estas canciones son antecedentes del single más rockero de Víctor Jara, también del año 71’, con “Las casitas del barrio alto” y “Ni chicha ni limoná”, se reflejan en la actitud irónica, también en el ritmo más pop, asemejándose a “La tuerca” o “La democracia”.

Un disco que podría ser más bien dos ep, pero que juntos, brindan la experiencia de encuentro del que en términos gruesos llamaríamos neofolclore y el rock, quizás de ahí, de esa síntesis, saldrá eso que errática pero también equívocamente llamamos rock chileno.