El filósofo chileno Patricio Marchant
señaló alguna vez: “la muerte no es,
literalmente, nada. Los verdaderos, los únicos muertos son los vivos. Todas
nuestras obras, todos nuestros actos son ritos fúnebres, funerales interiores.”
Esto quiere decir, entre varias cosas, que cuando alguien hace de su vida una obra
(volverse canción, como en “Barro tal vez”) está asegurándose una especie de
eternidad, indiferenciando la vida de la muerte, como el nacimiento del ocaso y
el despertar del sueño. Lo que llamamos “obras” no son solamente creaciones de
un sujeto apartado de aquello que pasó de la nada a la existencia (del no-ser
al ser, de la ausencia a la presencia), es eso pero a la vez no lo es. Lo que
pensamos al hablar de obras, son más bien agujeros por donde ver la vida no
como una configuración determinada, sino como el destello por donde ésta
respira. Este respirar son las obras, no expresiones de un sujeto-autor como
decíamos, más bien la interrupción de cualquier subjetividad, en tanto ésta es
un plexo atrapado a una red o configuración que ata tu existencia a un contrato
jurídico (la cedula de identidad como aparato de captura desde que naciste). Es
en este sentido que las obras erosionan o des-sedimentan, la mayoría de los
vivos andan como muertos, nuestras obras, las erosiones, nuestros actos son
ritos fúnebres, que siempre guardan un hálito de muerte. Por eso cuando lo que
llamamos un artista muere, parecieran que sus obras nos hubieran estado
hablando siempre de su pronta muerte. Hay casos emblemáticos y míticos – que yo
no enumeraré acá, no va al caso – de cómo hay canciones, películas, pinturas o
poemas que adelantaban la muerte – muchas veces trágica – del autor en cuestión.
Con Luis Alberto Spinetta en estos momentos pasa lo mismo, sobre todo porque
sus poemas hechos canciones, siempre tuvieron como principal protagonista una
vinculación con la muerte. Desde su primera canción, la ya nombrada “Barro tal
vez” (lanzada casi veinte años después en el disco Kamikaze), pasando por la
temática central del disco “El jardín de los presentes” de Invisible, que tiene
que ver con un trabajo de memoria, de duelo, y hasta su último disco “Un
mañana”, que está principalmente enfocado en la pregunta por el porvenir. Son
muchos los momentos en que Spinetta remarca la significación de la muerte, pero
siempre desde una visión espectral de la misma. La muerte no es el fin de algo
determinado, sino que ésta está presente en nuestros actos, es más, siempre está
presente, por eso nuestra relación con el pasado, tanto personal como
colectiva, es un vínculo permanente con la muerte, con lo ya sido, con lo ya
dejó de ser, lo que ya no es presencia. La vida constantemente
nos da muestras de que este pasado nunca está muerto del todo, canciones de
Spinetta, muchas de ellas, nos donaron esta iluminación. Existen los fantasmas,
los espectros, la vida está llena de ellos, el pasado siempre acecha al
presente e ilumina el por-venir. Por esta razón la música de Spinetta casi
siempre trató sobre la justicia, sobre el hacer justicia a los nombres
caídos, a los nombres olvidados; a los nombres desaparecidos, a la memoria
aplastada; a aquello que nunca fue presente del todo, a aquello que pasó
desapercibido: el café de la vieja, el colectivero que nunca fue un
protagonista de la Historia,
como así también a los desaparecidos y ejecutados políticos (aunque éstos nunca
nombrados explícitamente, El Flaco no era un demagogo, era un músico de rock).
Si algo es la justicia, es hacer ver aquello que nunca pudo ser visto.
La música o las canciones, son especies de destellos, de iluminaciones, por
donde emerge aquello que la misma vida – como configuración – trata de ocultar.
Cuando nosotros nos educamos con el disco Artaud, tuvimos un enamoramiento,
pudo ser de cualquier cosa, el sentido es que en esos momentos algo respiró en
nosotros. Por eso no se trata en este momento de luto, de señalar lo tan
importante que fue Spinetta para el rock argentino o latinoamericano, o en
general para la música de los últimos 100 años. Eso es para los medios
oficiales que sólo hablan desde el protocolo, ya que Spinetta siempre
interrumpió los protocolos. Como hace casi dos meses, cuando señaló por
Internet que efectivamente tenía cáncer, pero que no cayéramos en una máquina
paranoica, “no paniqueen” fue lo que dijo El Flaco, para después señalar a la
prensa como “bruites”, que esperan la muerte para hacer puro espectáculo. Fue
la última canción, el último poema del Flaco, su última intervención, de las varias
que tuvo durante su vida (o su muerte). De lo que se trata ahora es de seguir
haciéndole justicia, a él. En su nombre o como su prestado nombre vivo/muerto,
Luis Alberto Spinetta.
“He de fusionar mi resto con el despertar...”
“Hablaré
con el que se fue..”
*Texto publicado en Revista Spazz luego de la muerte de Luis Alberto Spinetta.